Un dulce velero blanco
y brillante
-aún sin la luz del sol-
navega en círculos
resiguiendo la espumosa estela
que dibuja su popa
en medio de un océano
conocido
y aún por descubrir.
Intenta navegar
con proa rompedora,
con energía tímida
y voluntariosa.
Vela tendida
al viento
que sopla en silencio....
Ay velero, velerito mío...
Sin latitud,
sin brújula,
sin estrellas
-como a veces es el mar-.
Rumbo fijo
al círculo
del huir anclado.
Giras y navegas,
y navegas girando.
Sigues y resigues tu estela
velerito mío...
que pausado estás
en el movimiento eterno
del círculo vicioso;
deshazte del ancla pesado
que perpetúa tu estela redonda
y dañina.
Entrégate al zigzag
que anhela tu vela;
déjate llevar por el viento
que cambiará el mar.